Breve biografía de Monseñor Siluan
Monseñor
Siluan Muci nació en Maracay, Venezuela en 1967, de padre libanés y de madre
siria. Habla árabe, francés, inglés, griego y español. Obtuve en 1990 el
título de Magíster Ingeniero en Electrónica, de la Universidad Jesuita
de Beirut, siendo su especialización la informática, y trabajó en
administración de empresas y análisis de sistemas en fundaciones económicas en
Beirut y Paris por cuatro años. Obtuve de la Facultad de Teología de la Universidad de
Aristóteles de Tesalónica su licenciatura (2000) y magíster (2001) en Teología,
siendo su especialización la
Sociología y Ética Cristiana.
Fue
ordenado Diácono en 1996, sacerdote en 2000, y obispo en 2006 desde cuando
sirve como Arzobispo de Buenos Aires y toda Argentina de la Iglesia Católica Apostólica
Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía.
Ha
traducido al árabe varios libros del francés, del inglés y del griego, los que
fueron publicados por el Monasterio de Nuestra Señora de Balamand, Líbano.
Además, ha publicado 3 libros de la serie “Nuestra fe en los Iconos y la Palabra”.
El Patriarcado
de la Iglesia Católica Apostólica
Ortodoxa de Antioquía
en la Historia y en el
Presente
________________________________________________________________________________________________________
Introducción
Proponemos presentar una breve
introducción a la historia de la Iglesia
Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de
Antioquía y, como consecuencia, conocer la conciencia antioquena formada a
lo largo del tiempo, referida a muchas cuestiones y problemáticas de la
historia que se reflejan hoy en situaciones y búsquedas del mundo
contemporáneo.
Tenemos en cuenta que nos
dirigimos a una audiencia que no conoce nuestra historia. Por lo tanto, nos
referimos a las etapas principales de la misma historia con la intención de
dibujar un panorama histórico-relacional, y no un panorama dogmático-histórico.
Es decir que el tema de los asuntos teológicos entre la Iglesia Católica
Ortodoxa y las demás iglesias no se abordará por
encontrarse afuera del tema principal desarrollado en el curso de esta
conferencia.
La historia del Patriarcado de Antioquía fue muy dura.
Conoció todo tipo de debilidades, divisiones, humillaciones, penas, dolores y
muerte. En pocas palabras, tuvo una experiencia que la unió a todos, por lo que
se caracterizó como iglesia de paciencia y de apertura. No hay duda que a lo
largo de la historia se han cometido muchos pecados, sin embargo éstos se
pueden convertir en tierra fertilizadora del presente para plantear un futuro
mejor. La carencia histórica del dialogo, del amor, del perdón, del respeto
mutuo, del conocimiento y de la buena voluntad abre hoy el camino hacia la
comprensión, la colaboración, la edificación mutua y la solidaridad. Por lo
tanto, nuestra intención es la de guiar la interpretación de la historia hacia
nuestro servicio hoy en una compresión mejor del presente y en la planificación
del futuro.
Nuestra presentación se divide
en cuatro gran partes: primero, el Patriarcado de Antioquía visto a través de
una lente interna; segundo, la interacción del patriarcado con su
entorno; tercero, la situación del
patriarcado hoy; y por último, la iglesia de Antioquía en Argentina.
I.
El Patriarcado de Antioquía visto a través
de una lente interna
1.
Descripción histórica
Debido a la persecución de los judíos pocos
años después de la resurrección del Señor, el cristianismo se propagó por
primera vez fuera de los límites de Palestina.
Antioquía,
la capital de oriente en el imperio romano, era su primer refugio y se
convirtió en un centro de primer nivel para el cristianismo naciente,
especialmente después de la destrucción de Jerusalén en el año 70. Allí
apareció la primera Iglesia de los gentiles, se estableció la base de las
misiones del apóstol Pablo y llamaron “cristianos”
por primera vez a los discípulos de Cristo. De Antioquía se propagó la luz de
la fe a dos futuros centros del cristianismo, a saber Roma y Constantinopla,
como así también al continente europeo y asiático en general.
La composición confesional, étnica y
cultural de la ciudad de Antioquía era el primer desafío para la propagación de
la fe cristiana. El famoso incidente en Antioquía
entre los dos líderes de los Apóstoles, Pedro y Pablo, ocasionó el inicio del
trámite de fijar estándares con respecto a la predicación del cristianismo
tanto a los judíos como así también a los gentiles, según lo que proclamó el
primer concilio apostólico en el año 49 en Jerusalén.
Ese concilio liberó la proclamación del evangelio de todo freno étnico para que
tenga su amplitud global y se oiga de parte de toda la gente de la tierra.
Antioquía se enorgullece que fue fundada por los Apóstoles Pedro
y Pablo y festeja su aniversario de fundación el 29 de junio, en la
conmemoración del aniversario de los dos Apóstoles.
El Patriarcado de Antioquía, como una sede
de la Iglesia
santa católica y apostólica, abrazó geográficamente el cristianismo recién
nacido y brindó protección a la primera propagación del mensaje evangélico. Por
lo tanto, toda la región de Palestina, incluidas Jerusalén, Belén y Nazaret,
estuvo dentro de los límites de su jurisdicción eclesial, además del Líbano,
Siria e Irak. Se extendió también geográficamente hacia al este, llegando a las
fronteras de Armenia y de Georgia, y a una parte del Asia Menor en Turquía. Sin
embargo, el Cuarto Concilio Ecuménico en 451 creó el Patriarcado de Jerusalén
como jurisdicción eclesial independiente, otorgándole por titulo honorífico el
de “Madre de las iglesias”, y además anexó regiones a favor del Patriarcado
de Constantinopla por estar ubicada en la nueva capital de oriente, la del
naciente imperio bizantino. En 1359, la sede patriarcal se trasladó a Damasco
por ser esta última ciudad la más importante en todo el radio del patriarcado,
después de que Antioquía fue devastada y quemada por los invasores.
El Patriarcado de Antioquía no conoció la
comodidad ni tampoco la tranquilidad desde el inicio de su existencia. Después
de la persecución judía, soportó el violento acoso del imperio romano hasta
principios del siglo IV. Luego se estableció la era bizantina por corto tiempo
seguida por la era islámica. El Patriarcado vivió
bajo la tolerancia del califato de Omeyas y sus fieles dieron su experiencia a
nivel de la administración, y fueron gente de confianza de los califas.
Acompañó todos los cambios políticos del Islam con la mudanza de su capital
política como la del califato de Omeyas en Damasco y luego la del califato de
los Abasí en Bagdad.
Después la región sufrió varias guerras mongoles desde el norte y musulmanas
desde el sur, de Egipto,
además de las cruzadas cristianas de Europa
durante la primera mitad del segundo milenio, mientras que en la segunda mitad
del mismo milenio vivió bajo la política dura del imperio otomano por cinco
siglos, hasta el principio del siglo XX, un período que ocasionó pobreza
económica, cultural y espiritual.
Prácticamente, Antioquía no conoció ni la
gloria de Roma en occidente ni tampoco la grandeza de Constantinopla en
oriente. Las condiciones políticas y las guerras continuas así como la
inestabilidad impusieron un cambio en la distribución demográfica en todo el
territorio de su jurisdicción, encontrándose aun hoy abandonadas muchas
áreas por los cristianos, un cambio que afectó la presencia efectiva de la
iglesia en lugares que ya poseían existencia histórica.
2.
Patrimonio teológico y cultural
Antioquía participó de los
siete Concilios Ecuménicos del primer milenio con eficacia. Aunque algunos de
los heréticos emergieron de su territorio, sin embargo, de aquí también
surgieron hombres creyentes que defendieron la verdadera fe. Sus
participaciones teológicas y su administración adecuada de los concilios
ecuménicos ayudaron a que
toda iglesia se encontrara condiciones de valorar y guardar su fe, expresarla
adecuadamente y establecer el orden eclesiástico.
Con respecto a la composición de los
oficios litúrgicos, Antioquía fue beneficiada por la herencia religiosa judía y
por la apertura prudente al mundo pagano en general y al mundo helénico en
particular, y eso durante la corta era bizantina que conoció, y alcanzó una
creación litúrgica de la teología de los Padres de la iglesia a favor del
oriente y del occidente cristiano. Así fue como lograron acceder a dicha
producción los Romanos de Homs, Andrés de Damasco (Obispo de Creta), Juan
Damasceno y Cosme obispo Maiuma, en lengua griega, la lengua común del imperio
en aquel entonces.
Antioquía presentó también una
gran síntesis teológica para toda la cristiandad por medio de muchos teólogos,
como San Ignacio en el primer siglo, San Juan Crisóstomo en el cuarto siglo,
San Juan Damasceno y San Máximo el Confesor (probablemente del Golan-Siria) en
el siglo VII. Era también distinguida por sus escuelas teológicas, la de
Antioquía, de Nisibis en Irak y de Efeso en Turquía que pudieron asimilar el
genio del semitismo y del helenismo. La escuela de Antioquía se distinguió por
su exégesis y su teología apegada a la Biblia defendiendo la integridad de la humanidad
de Cristo.
La tierra de Antioquía ofreció
muchos gloriosos santos; mártires como Santa Tecla discípula del apóstol Pablo
(primer siglo) e Ignacio de Antioquía (+107); arzobispos como Juan Crisóstomo
(+407); ascetas como Efrén (+373) e Isaac (+406) y Simeón el estilita (+459); y
médicos como Cosme y Damián (tercer siglo) e Ilian (segundo siglo), y muchos
otros cuyas memorias son honradas en muchas partes.
La vida monástica floreció en
Antioquía después de su aparición en el tercer siglo en Egipto y en el cuarto
siglo en Palestina. Para citar, existieron más de 350 monasterios e iglesias en
el norte de Siria y unas 200 entre los 200 Km. que separan Alepo de Antioquía, un
número increíble para un área tan pequeña. Los monumentos históricos que
existen hasta ahora como los monasterios (en Siria) de San Jorge de Jumaira, de
la Virgen en
Saidnaia, de Santa Tecla en Maalola, de San Simeón el estilita en Alepo, (en el
Líbano) de la Virgen
en Balamand y de la Virgen
en Al Nuríeh, y muchos otros, atraen la admiración y el flujo de numerosos
peregrinos del mundo.
Con respeto al arte
eclesiástico, los primeros íconos del mundo cristiano aparecieron, allá, en
Dura Europos a orillas de Éufrates a partir del tercer siglo. Antioquía asimiló
el arte bizantino y se desarrolló en Alepo, en los últimos tres siglos del
segundo milenio, y llegó a tener una escuela de iconografía muy famosa con un
nivel tan destacado como las de Grecia y de Creta.
3.
Características administrativas y eclesiásticas
Como todas las iglesias ortodoxas, el
Patriarcado de Antioquía es dirigido administrativamente por un concilio
episcopal que preside el patriarca, el primero
entre los hermanos obispos. La iglesia católica romana conoció ese sistema - la
Pentarquía
- en los primeros siglos, y tuvo un lugar de honor entre los otros patriarcados
a saber Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén, un lugar no de
supremacía pero sí de amor.
Nuestra iglesia cree en lo que
establecieron los siete primeros concilios ecuménicos y que tuvieron la
aprobación de todos los cristianos. Sigue practicando hasta hoy las provisiones
de las doctrinas, de las leyes y de las regulaciones de esos concilios.
En la Iglesia
Ortodoxa se suele hablar de siete sacramentos: el bautismo,
la crismación (o sea la
Confirmación en occidente), la eucaristía, el arrepentimiento
o la confesión, la ordenación sagrada de los clérigos, el casamiento o el santo
matrimonio, y la unción de los enfermos. Mantiene la sucesión apostólica desde
la época de los apóstoles de Cristo hasta hoy, y vive según la tradición
patrística.
La iglesia se caracteriza por la presencia
de sacerdotes casados como fue la tradición de la iglesia antiguamente y
relatada por la segunda Carta del apóstol Pablo a Timoteo.
♦ ♦ ♦
II.
La interacción del Patriarcado de Antioquía
con su entorno
1.
La relación con los demás cristianos y la actividad ecuménica
Antioquía enfrentó las primeras
divisiones internas de la cristiandad, en la primera mitad del primer milenio,
con las iglesias orientales no-Calcedonianas. Después conoció una profunda
ruptura de la comunión eclesial con la Iglesia
Católica Romana por la excomunión
que pusieron los delegados papales en 1054.
La relación entre Antioquía y
Roma conoció también una tensión mayor durante los tres últimos siglos que
consistió en el trabajo misionero romano. En el período del imperio otomano que
duró cinco siglos, nuestra iglesia fue perjudicada desde el punto de vista
económico, cultural y espiritual. Roma envió delegaciones de los mejores
misioneros. Pero nuestra confianza en esas misiones dio un vuelco hacia la
decepción, porque en vez de ayudar a levantarnos, separaron a nuestros fieles
para formar otras iglesias en comunión con Roma, como si nuestra iglesia fuera
una tierra para evangelizar. En la perspectiva de un escrutinio histórico, Roma
parece tener mayor atención o da una primacía a la gerencia y la administración
más que a la comunión entre las iglesias locales y los obispos, en una
supremacía que se enfrenta al sistema conciliar de los sínodos episcopales de
los cuales Roma participaba antes de la excomunión en 1054. Los diálogos
teológicos oficiales entre los ortodoxos y Roma en el siglo XX condujeron Roma
a que admitiera que el proselitismo que se ejerció con
nuestra iglesia como con las demás iglesias en oriente, a saber las de los
Coptos, de los Siríacos y de los Armenios, fue un error estratégico cuya
intención fue de promover la unidad cristiana de esa manera, según lo subrayado
por la declaración común entre las dos iglesias en la reunión de Balamand en el
Líbano en 1993.
Tenemos que señalar que la
excomunión del 1054 se levantó en 1965 en Jerusalén por el patriarca ecuménico
Atenagoras I y el Papa Pablo VI. También, nuestro patriarca Ignacio IV tomó la
iniciativa visitando por primera vez al Papa Juan Pablo II en Roma el 12 Mayo
1983, después lo recibió por primera vez en Siria en Mayo 2001 y otra vez lo
visitó en Roma en 2002.
Además de la participación del
patriarcado en los diálogos oficiales entre las iglesias, el patriarcado es
también miembro del Consejo Mundial de las Iglesias así como del Consejo
de las Iglesias en Medio Oriente.
En síntesis, el pueblo de Dios,
en lo que permanece en el Patriarcado de Antioquía, no cuenta numéricamente hoy
en el espacio global, y las divisiones internas de las iglesias antiguas en
iglesias en comunión con Roma o con iglesias de la Reforma
Protestante son muchas y complejas. Pero nos encontramos en
una situación que es un modelo casi único que puede contribuir así al
movimiento de otras iglesias en la búsqueda de la unidad cristiana. La realidad
cotidiana que vivimos en el terreno antioqueno nos empuja a trabajar para
conseguir la unidad deseada por todos los cristianos. El dolor pastoral que
vivimos más que nunca a nivel de la familia se añade a los otros motivos para
alcanzar nuestra reunión en un diálogo de amor y de verdad. Los expedientes
teológicos de los diálogos oficiales entre ambas iglesias tratan de
concretarlo, del mismo modo que a través de los diálogos con las demás iglesias. Debido a la fidelidad de
la iglesia ortodoxa en la creencia que tuvieron todos los cristianos en el
primer milenio, la Iglesia Católica
Ortodoxa puede hoy ayudar a los católicos romanos y a los protestantes a
superar sus diferencias dogmáticas y teológicas.
2.
La relación con el Islam
El Patriarcado de Antioquía
conoció el nacimiento del Islam en el siglo VII y lo acompañó en su crecimiento
con respecto a la gradual aceptación del otro y de la relación mutua que se
inició en el sistema del Dhimmah que no se aplica
hoy en día. Ha desarrollado en la actualidad la creación de un
espacio de interacción, de diálogo y de trabajo en común a varios niveles, a
pesar del extremismo religioso y de la división confesional religiosa que
hierve en el mundo.
Para nuestro patriarcado, la
relación con el Islam no es un enunciado, ni una idea y tampoco un proyecto,
sino una realidad que vivimos, a pesar de haber enfrentado muchas dificultades
y haber conocido varias pruebas y conflictos. Sin embargo, esas relaciones
experimentaron también la vecindad, el trabajo mutuo a nivel nacional, cultural
y social, así como la solidaridad y la colaboración a varios niveles. La
historia enseñó a ambos como establecer una relación verdadera, superar
dificultades y dar un testimonio real para el mundo. Allá, hablamos con el
Islam y los musulmanes en su propio idioma, el árabe, y los entendimos más que
otros por vivir con el Islam desde su inicio.
A pesar de la política otomana
dura y su estrategia odiosa entre las comunidades religiosas de “dividir para
reinar”, los líderes de nuestra iglesia mostraron una madurez verdadera lejos
de cualquiera discriminación religiosa, del extremismo y del odio, como lo
pueden confirmar muchos incidentes como, por ejemplo, lo sucedido al inicio del
siglo XX en los días de la hambruna cuando nuestro patriarca Gregorios Haddad
distribuyo el pan para los cristianos y los musulmanes de igual manera de
acuerdo con lo que el Patriarcado poseyó. Conocido también es el incidente que
pasó en Antioquía cuando los franceses prohibieron a los musulmanes rezar en su
mezquita, durante el mandato francés en Siria y el Líbano entre las dos guerras
mundiales. Entonces nuestra iglesia ofreció su templo a los musulmanes para que
hagan su oración, un evento espectacular si tenemos en cuenta los aspectos
negativos de la política otomana. La historia moderna confirma que ambas partes
se reunieron por el trabajo nacional y el patriotismo en la lucha por la
independencia tanto en Siria como en el Líbano.
Amerita señalar que nuestro
patriarcado posee un lugar de privilegio en el mundo musulmán. Eso se demostró
en un hecho sin precedentes, en la convocatoria de los últimos dos Patriarcas
de Antioquía para hablar en las dos Conferencias islámicas internacionales en
febrero 1974 en
Lahore (Pakistán) y en enero 1981 en el Taif (Arabia Saudita) y
dirigirse a todos los musulmanes en el mundo.
3.
La relación con el judaísmo
Desde los primeros años, el
cristianismo marcó los límites de su predicación en relación con la fe judía.
El concilio de los apóstoles en Jerusalén en el año 49 aclaró las bases de la proclamación
del cristianismo en el mundo, teniendo en cuenta la herencia judía y la
salvación que Cristo trajo a todos.
Por otra parte, en lo que
pertenece a las relaciones entre las comunidades religiosas allí, las pocas
comunidades judías en el Líbano y Siria emigraron a fines de la administración
del imperio otomano, algunos, cuyo origen fue la ciudad de Alepo en Siria,
ocuparon, en Buenos Aires, la zona del Once y Villa Crespo, mientras que otros,
cuyo origen fue Damasco, se instalaron en Córdoba y eran miembros del Club
Sirio-libanés de la misma ciudad hasta 1949. En una segunda etapa, posterior a
la segunda guerra mundial y la independencia, una grande mayoría emigró por
causa del conflicto árabe-israelí.
Hoy, nos interesa expresar la
posición oficial del Patriarcado en lo que se refiere, no a la religión judía
en sí misma, sino a la posición mundial de Jerusalén para las tres religiones
monoteístas (el judaísmo, el cristianismo y el Islam) y también el derecho del
pueblo palestino y de su soberanía, desde el establecimiento del estado de
Israel.
4.
La contribución al renacimiento cultural y nacional del mundo
árabe
En un ámbito de mayoría
musulmana y bajo el poder político del imperio otomano durísimo, Antioquía no
se replegó sobre sí misma, al contrario, sus fieles participaron activamente
del renacimiento cultural y nacional del mundo árabe, por la palabra escrita,
la impresa, y el despertar de la conciencia nacional. De entre los ortodoxos
antioquenos surgieron varios fundadores de partidos políticos en los que
participaron cristianos y musulmanes y pudieron trabajar juntos por la
independencia de sus países. Después continuaron ese camino desarrollando la
vida nacional y pública hacia el futuro. Los ortodoxos siempre fueron un puente
de reconciliación y de mediación entre los partidos políticos y las comunidades
religiosas.
♦ ♦ ♦
III.
La
situación del Patriarcado hoy
1.
La era de renovación
A principios del siglo XX, el
Patriarcado conoció un despertar, debido sobre todo al Movimiento de la Juventud
Ortodoxa (MJO) fundado en 1942. Además de eso, se entrega
comprometidamente al trabajo social y médico, a la lucha contra la pobreza y a
la educación escolar. Bajo la tutela del MJO se ha visto reanimar la vida
parroquial así como la vida monástica de ambos sexos, y floreció la publicación
en árabe lo que posibilitó armar una biblioteca cristiana ortodoxa. En 1971, el
Patriarcado estableció en el Líbano el Instituto Teológico San Juan
Damasceno de Balamand y menos de dos décadas después, una universidad en el
mismo lugar. Fundó el Instituto de Estudios Antioquenos como así también
el Instituto de Estudios Cristiano-islámicos en la misma universidad para responder a
dos necesidades: por una parte, revalorar el patrimonio histórico de la Iglesia antioquena, y por
otra parte, ayudar al diálogo interreligioso científico entre el cristianismo y
el Islam.
Cabe notar que hace unas
décadas se observa un importante trabajo ecuménico, como por ejemplo en la
ciudad siria de Alepo, donde existe el Consejo de los Obispos Cristianos de
Alepo constituido de las once varias comunidades que coordina las
actividades ecuménicas y preparó el año 2006 el libro de oración ecuménica
mundial que se utilizó en la semana dedicada a la unidad cristiana.
2.
La emigración
En nuestros tiempos el
Patriarcado vive dos realidades distintas. En primer lugar, tenemos a los
ortodoxos que habitan los litorales levantinos del Mediterráneo, como minoría
dentro de una sociedad en la que predominan musulmanes. En segundo lugar,
existen las comunidades de la diáspora, que viven en el mundo de occidente, y
en su mayor parte se componen de los emigrantes y sus descendientes, y que a la
vez incluyen unos cuantos conversos occidentales.
El Patriarcado tiene a su cargo
tanto a los católicos ortodoxos de Siria y del Líbano como así también a los
mayores árabes ortodoxos en la diáspora. El número de adherentes ha disminuido
debido al movimiento de emigración sea esto a principios del siglo XX, o en las
últimas décadas debido a la inestable situación socio-política en Medio Oriente; además existe una cuantiosa y
vivaz diáspora, sobre todo en Norteamérica. Cuando la
inmigración sirio-libanesa se conglomeró en América, Europa y Australia a un
inmenso número de ortodoxos, el patriarcado se preocupó de enviar al clero necesario.
La Iglesia de
Antioquía se interactuó rápidamente con el ambiente de las nuevas patrias,
usando el idioma local en los oficios litúrgicos así fuera el inglés, el
francés, el español o el portugués, etc., en contraste a la práctica forzada en
las demás iglesias ortodoxas de la diáspora.
♦ ♦ ♦
IV.
La
iglesia de Antioquía en Argentina
1.
La corriente migratoria y la extensión pastoral
El primer gobierno del General
Julio Argentino Roca (1880 - 1886) así como su segundo gobierno (1898 -1904)
conocieron el desarrollo de una importante corriente migratoria y la
instalación de importantes grupos de inmigrantes de nuestro Patriarcado en
Argentina.
Los primeros sacerdotes fueron
enviados por el Patriarca Gregorio IV Haddad (1906 - 1928) quienes
constituyeron las primeras parroquias y las bases de las futuras. La primera
parroquia surgió en la capital de la provincia de Santiago del Estero en 1914.
La segunda parroquia se estableció en la capital de la provincia de Tucumán en
1918.
En la década de los ‘20, se
estableció la primera sede episcopal en la ciudad de Buenos Aires, y en la
década de los ‘40, la misma se trasladó a la actual sede en la Avenida Raúl Scalabrini
Ortiz. Esta nueva sede posibilitó la construcción de una Catedral de fino
estilo siríaco.
En la década de los ’50, se
formaron la Unión
de la Juventud
Ortodoxa (U.J.O.) y las comisiones de Damas Ortodoxas.
Durante este tiempo, la
Iglesia se fue extendiendo y se crearon parroquias en
distintas provincias, tales como las de (Salta) ciudad capital y Tartagal; (Santa Fe) Santa Fe, Rosario,
Reconquista, Esperanza; (Entre Ríos) Paraná; Córdoba; Mendoza; (Santiago del Estero) Tintina; y (Provincia de Buenos Aires)
Pergamino, Junín y San Fernando.
Fieles y sacerdotes se
sacrificaron para establecer y mantener su iglesia aquí. Construyeron las
iglesias a lo largo del país con mucha economía y privación. Muchos obispos y
sacerdotes fueron también pioneros en el trabajo misionario y organizacional a
lo largo del siglo pasado.
2.
La integración de la comunidad en la nueva patria
Por su constitución étnica, por
su modo de sentir y pensar, abiertos a todas las expansiones de la vida, nuestros
hijos se adaptaron a la sociedad en Argentina, asimilándose fácilmente a
cualquier ambiente social, político y geográfico, siendo a su vez absorbidos
por éstos. El archivo oficial gubernamental muestra y confirma la rectitud
moral así como el renombre de los paisanos en el comercio.
El grado de integración de
nuestra comunidad en el país se nota en todos los niveles, social, comercial,
profesional y cultural. Muchos se distinguieron y se distinguen por los cargos
públicos en gobierno tanto sea municipal, provincial o nacional.
A nivel de la colectividad
árabe que alcanza a las 3.000.000 de personas, casi el 10% de la población
argentina, se habla que nuestra comunidad ortodoxa cuenta aproximadamente con
1.000.000 de personas.
Nuestro arzobispado se
comprometió siempre con la colectividad de inmigrantes a varios niveles, sin
discriminación por origen nacional o religioso. Al nivel literario, se organizó
uno de los encuentros culturales más importantes en la historia de nuestra
comunidad en el país, la
Peña Literaria Árabe, la cual congregó lo más
destacado del arte literario árabe radicado en nuestro país. En cuanto al nivel
social, se contribuyo activamente a la construcción del hospital sirio-libanés
en la Capital Federal,
y de varios clubes e instituciones de paisanos árabes en todo el país. Además,
se asoció con los demás miembros de la colectividad y colaboró en la compra de
las sedes respectivas actuales de la embajada del Líbano y de Siria en Capital
Federal.
Lo más destacable es que el salón del arzobispado en Buenos Aires era un
punto de encuentro de toda la colectividad sin excepción, especialmente en los
tiempos difíciles, como si toda la historia de la colectividad fuera decidida
allí, sin diferenciar entre cristiano o musulmán, sirio o libanés. Allí se
resolvieron numerosos asuntos relativos tanto a la realidad argentina como
a la realidad de las patrias madres.
3.
El estatuto de la arquidiócesis y el planteo administrativo
La reglamentación nacional
religiosa considera a nuestra iglesia en Argentina como iglesia no católica, y
por eso, nuestra iglesia es dependiente del registro de cultos no católicos con
las demás religiones en el país. Se hizo un intento para lograr para la iglesia
un estatuto similar al de la iglesia católica romana, pero sin éxito aun en el
parlamento nacional. Por lo tanto, la Arquidiócesis se organizó como una asociación
civil, situación que perjudicó el concepto de Iglesia. Así se instituyó la Arquidiócesis Católica
Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía en la Argentina como una
institución con personería jurídica de segundo grado a nivel nacional, con participación
filial de todas las parroquias, instituciones y comisiones a lo largo del país.
Frente a un planteo judicial de
orden laboral, nuestra iglesia obtuvo el precedente jurisprudencial de la
“inembargabilidad” de los templos religiosos, cualquiera fuera su culto.
4.
Las relaciones cristianas
A nivel interior, el
patriarcado mantiene estrechas relaciones con su iglesia en Argentina. Amerita
de mencionar las visitas que realizaron los 2 últimos patriarcas de Antioquía,
Ignacio IV en 1984 y Elias IV en 1978.
En 1993, el Santo Sínodo
Antioqueno estableció la denominación de nuestra iglesia en Argentina como
arzobispado. En consecuencia,
nuestra iglesia en Argentina tuvo desde entonces, por una parte, su
representante permanente en el Santo Sínodo Antioqueno, y por otra parte, los
fieles de nuestra iglesia pudieron participar activamente en el trámite de la
elección del nuevo arzobispo por el Santo Sínodo en 2006 por primera vez por la Argentina.
A nivel ortodoxo nacional,
nuestra iglesia mantiene con las demás iglesias ortodoxas del país el
testimonio de la fe y de la tradición de la iglesia católica apostólica
ortodoxa de oriente, en el contexto pastoral y espiritual del país,
contribuyendo por su rico patrimonio espiritual y teológico a favor de la
familia, de los valores y de la educación.
A nivel cristiano, nuestra
iglesia es miembro de la CEICA donde se discuten
los asuntos comunes a todas las iglesias en Argentina. Nuestra relación con la
iglesia católica romana aquí es excelente. El señor cardenal participa de
nuestros eventos, así como nosotros hacemos lo mismo. Cabe señalar que la
celebración de la oración por la unidad cristiana en 2007 tuvo lugar en nuestra
catedral el 31 de mayo pasado con la participación de los fieles cristianos
miembros de CEICA en Capital Federal.
5.
La situación de la arquidiócesis hoy
Hoy nuestra Arquidiócesis, que
abarca toda la
República Argentina, cuenta en nuestro país con: una Catedral
y sede Arzobispal, quince parroquias, una capilla, cinco jardines de infantes,
cuatro colegios primarios, cuatro colegios secundarios, un hogar escuela, un
hogar materno infantil, dos panteones, dos misiones en los barrios carenciados
en San Miguel de Tucumán y San Fernando (provincia de Buenos Aires).
Por otro parte, se realiza la traducción al
español de los mayores oficios y libros litúrgicos. Además, se pone énfasis en
la formación teológica universitaria de los sacerdotes, la formación de
catequistas, la contribución activa de la familia y de los jóvenes en la
iglesia.
♦ ♦ ♦
Conclusión
Venimos de una región donde
somos una minoría. Esta realidad no nos acompleja por la inferioridad numérica,
al contrario nos fortalece la fe en la verdad que nos ha sido dada. Por eso
tenemos, para concluir, mencionar tres ejes:
Primero, desde el punto de
vista histórico, los antioquenos nunca llevaron el espíritu de la guerra
religiosa, sino compartieron el espíritu de la cruz, el
que no es otro que el del Espíritu Santo. No tomaron la identidad cristiana para replegarse,
ya que fue para ellos una existencia radiante y por lo tanto, intentaron
el trato hacia los demás como hacia un hermano verdadero. Fueron solidarios con su
ambiente. Antes de cualquier persona, conocieron, además del testimonio de la
sangre o de conciencia, lo que llamamos el “testimonio del silencio”, y
vivieron la originalidad de la fe, de la esperanza y del amor. Los antioquenos
permanecieron fieles en su fe y llevaron su compromiso cristiano en el contexto
histórico a través de muchas pruebas, dificultades y sacrificios. Nunca han
conocido a un cristianismo victorioso.
Segundo, desde el punto de
vista de la ubicación actual del Patriarcado, Antioquía parece ser un microcosmos.
Hoy, en un mundo donde la religión se convirtió en una ideología para
cubrir todos los crímenes, es más que necesario dar testimonio de la naturaleza
no totalitaria de la religión y también de su energía vivificadora,
transformadora y pacificadora.
Si la iglesia de Antioquía tuvo
que vivir humildemente y también de ser expuesta a la humillación, puede, sin
embargo, llevar a cabo un encuentro fructífero y un diálogo maduro, primero, a
nivel ínter cristiano con respecto a la unidad cristiana; y segundo, a nivel
interreligioso mundial en una especial referencia a la relación con el Islam y
su comprensión verdadera. En ese sentido, Antioquía antes y aun hoy continúa
contribuyendo, sin olvidar, por una parte, su compromiso permanente con la
tierra de las patrias madres en sus problemas y dificultades, y por otra parte,
el testimonio de su patrimonio histórico-espiritual en la turbulencia del mundo
actual a nivel espiritual, moral y ético.
Tercero, desde el punto de
vista de la ubicación a nivel de la nación Argentina, nuestra Iglesia parece
ser una levadura dentro de la pasta que la recibió generosamente. Somos
responsables como tantos otros en la edificación de este país y de cualquier
país en el cual vivimos. Es nuestra responsabilidad. En esa perspectiva, lo que
tenemos lo damos y lo ofrecemos, porque no es nuestro. Somos instruidos para
servir no para dominar, para dar lugar a la participación no a la negación del
otro, para la reconciliación y no a la enemistad, para la verdad y no a la
ilusión. No hay nada que nos prohíba de dar la mano al otro, excepto si él no
desea vivir con nosotros, o que vivamos con él.
Por lo tanto, somos solidarios
con toda la sociedad argentina en esta crisis actual con respecto a la familia,
los valores, la moral y la religión. Especialmente, compartimos las mismas
preocupaciones con las varias iglesias de la inmigración de oriente, como así
también con la comunidad musulmana árabe, con respecto a los problemas de las
patrias madres y de la integración en la nueva patria argentina. Somos
solidarios frente de los desafíos cada vez más difíciles, y los cambios
aleatorios generados por las situaciones económicas y políticas. Frente a la
confusión, la perversión de los valores, el vacío espiritual, el individualismo
y el fracaso de la comunión, ofrecemos la mano y unimos nuestra fuerza con los
demás en un espíritu de solidaridad, de hermandad y de colaboración en la
construcción de un país estable y la edificación de personas maduras y
responsables, evitando los errores del pasado.
En definitiva, la historia nos
enseñó mucho y hemos enseñando a muchos también. Mientras, nuestra iglesia
sigue ofreciendo al mundo a Dios el Creador en su oración y su culto, e invita
al mundo a llegar al descanso verdadero y la esperanza que siempre existe.
Existe en español una
referencia excelente sobre ese tema como así sobre toda la historia de la Iglesia Católica Ortodoxa:
Ware, Obispo Kallistos,
La Iglesia
Ortodoxa, traducido por Francis García, Editorial Ángela,
Buenos Aires, 2006.
La palabra patriarca trae su origen del griego y
significa el jefe de los padres. Así se llamaban los padres del Antiguo
Testamento como Abraham, Isaac y Jacobo. El título de patriarca fue reservado
para los metropolitanos de algunas diócesis, todas ellas fundadas por uno de
los apóstoles. Esta denominación específica fue plenamente aceptada y
establecida en el Concilio de Nicea I (323), donde el tratamiento
y dignidad patriarcales se reserva solo para cuatro obispos metropolitanos, por
orden de importancia: el Patriarca de Occidente, Papa y obispo de Roma, el Patriarca de Constantinopla, el Patriarca de Alejandría y el Patriarca de Antioquía. En el concilio de Calcedonia (451) se eleva la sede
jerosolomitana a Patriarcado, el Patriarcado de Jerusalén. En Antioquía, el
jefe de la comunidad cristiana de ese capital fue llamado patriarca por primera
vez. El patriarca de la sede de Constantinopla tiene con título patriarca
ecuménico desde 588 para indicar, de esa forma, su importancia entre los demás
patriarcas.
La ciudad de Antioquía se localiza en lo que hoy es Turquía.
Situada en el margen oriental del río Orontes, fue fundada a finales del siglo IV a.C.
por Seleuco I Nikátor como capital de su imperio en
Siria.
Antioquía fue llamada la Reina
de Oriente, situada sobre el camino entre Oriente y Occidente y como tal un
importante centro de comercio. Por muchos siglos fue una de las principales
ciudades del Imperio Romano, con una población de medio
millón de habitantes.
La
Pentarquía designa las
cinco antiguas Iglesias patriarcales de la Iglesia indivisa durante el primer mileno de su
historia, por orden de honor: la Iglesia de Roma, la Iglesia de Constantinopla,
la Iglesia de Alejandría, la Iglesia de Antioquía y la Iglesia de Jerusalén. Estas cinco
Iglesias, de orígenes apostólicos, tomaron parte en los siete primeros
concilios ecuménicos: 1) el Concilio de Nicea
(año 325), 2) el Concilio Primero de Constantinopla (año 381), 3) el Concilio de Éfeso (año 431), 4) el Concilio de Calcedonia (año 451), 5) el Concilio Segundo de Constantinopla
(año 553), 6) el Concilio Tercero de
Constantinopla (del año 680-681) y, 7) el Concilio Segundo de Nicea (año 787). La sede de Roma tiene
la “primacía de honor” (no la supremacía). El Papa de Roma preside “en
el amor”, eso es que él es el primer obispo dentro de la iglesia – pero es
primero entre iguales. Entonces, la primacía que se concede a Roma no perjudica
la igualdad esencial de todos los obispos.
Occidente y Oriente se
pelearon principalmente por dos asuntos de doctrina: los derechos del papado y
el Filioque. En oriente había muchas iglesias cuya fundación se remontaba a la
época de los apóstoles; había mayor sensibilidad a la igualdad de los obispos,
y a la naturaleza colegial y conciliar de la Iglesia. En oriente se le
reconocía al papa como primer obispo de la Iglesia, pero se le consideraba como primero
entre iguales. En cambio, en occidente había solo una gran sede con dignidad de
fundación apostólica – la de Roma – de ahí Roma llegó a considerarse la Sede Apostólica, como si fuese
la única. A la Iglesia
se la veía menos como colegio y más como monarquía del Papa. Le segunda gran
dificultad era la del Filioque. La querella giraba en torno a las palabras
sobre el Espíritu Santo en el Credo: "Creo… en el Espíritu Santo… que
procede del Padre". Esta forma, la original, es la que se emplea en
oriente hasta hoy en día, sin alteraciones. Pero en occidente se introdujo una
frase adicional (en latín Filioque), de hacho que el Credo dice ahora:
"que procede del Padre y del Hijo". Además de estas dos cuestiones
principales, habían otros asuntos menos destacados: en oriente se admitían a
los sacerdotes casados, en cambio los latinos insistían en el sacerdocio
célibe.